martes, 8 de febrero de 2011

Conciertos de verano (comentados en invierno)

Cuánto tiempo sin escribir, casi 8 meses ya. Lo echaba de menos, pero he tenido poco tiempo. Se me vienen a la memoria recuerdos del verano y, simplificando mucho, me saben a campo y a música. A concierto nocturno, al aire libre. No precisamente de música clásica (esos son otra historia). Escuchar en directo a un intérprete que te gusta, siempre es gratificante, aunque haya algunos "detallitos" que te obligan a replantearte si no será mejor quedarte en el sofá de casa y conformarte con escuchar el CD.
En primer lugar está el tema del sonido en directo ¿por qué casi siempre es tan nefasto? Es como si los equipos fueran de saldo y los técnicos de sonido brillaran por su ausencia.
En cuanto al ambiente...veo que hay mucho "extremista" suelto.
Por un lado están los hipermegamotivados. Llegan dos horas antes del concierto, para ir metiéndose en ambiente. Una vez que han conseguido entrar en el recinto, buscan desesperadamente el lugar donde se vende la discografía. Cuando comprueban con satisfacción que ya la tenían completa, salen de allí con el pin, la bolsa y la camiseta ( y se la ponen, claro). Se sitúan en su asiento, observando con mucha atención y algo de pena la entrada, con su pequeña mordida, cual obra de arte profanada. Sacan la cámara y hacen la primera foto al escenario (que está vacío, claro). Guardan la cámara, sacan el móvil e informan a alguien del maravilloso espectáculo que está a punto de comenzar, dando a entender lo privilegiados que se sienten por encontrarse allí. Hacen fotos y video constantemente, a pesar de estar terminantemente prohibido. Son de los que a cada momento aplauden a rabiar y tocan las palmas sin parar dejándote, al menos, sordo de un oído. Permanentemente se agitan en el asiento al ritmo de la música, con espasmos por todo su cuerpo y extremidades. Tú allí, tan cerca, como si fueras víctima de un terremoto. En los momentos más álgidos se ponen de pie (sin darse cuenta que ni están solos, ni están en la última fila) y "canturrean" las canciones en voz alta sea cual sea el idioma.
Por otro lado están los archidesmotivados. A ratos me pregunto qué demonios harán allí: si se lo ha recomendado alguien, si estaban demasiado aburridos, si un poquito solos...¡o es el fresquito de la noche! Estos señores siempre llegan tarde y te pasan por delante pisándote un pie. Suelen venir acompañados de un cubo de cerveza (cuyos efluvios te apestan soberanamente). Miran hacia todas partes ¡incluso al escenario! y se mueven constantemente (pero nunca al ritmo de la música), debe ser para no dormirse. Bostezan y van paulatinamente inclinándose hacia tí. Por tanto, automáticamente vas inclinándote tambien, pero hacia el lado contrario. Al final echan una ojeada muy rápida al lugar donde venden los CD´s. Pero no los compran, en todo caso ya piratearán algún temilla...
Por todo esto, a veces pienso que entre unas cosas y otras siempre debería haber un término medio. Y al final siempre llego a la conclusión de que definitivamente no me queda otra que reconciliarme con el prójimo ¡y este ha sido un buenísimo ejercicio!